ILUSION, CONFIANZA, ALEGRIA
Una noche al regresar a casa en el suburbano de Madrid, vi a dos jóvenes que ayudaban a otro, paralítico, llevándolo en su silla de ruedas. Me llamó la atención como le bajaban por las escaleras, levantando la silla en alto hasta los andenes, introduciéndole después en el tren. Lo que este joven no podía hacer solo, lo conseguía con ayuda de otros, haciéndose así mas llevadera su situación.
Me recordó la historia de aquellos cuatro hombres que llevaron a un paralítico, posiblemente amigo de ellos, hasta la casa donde estaba Jesús, S. Marcos 1:1-12. Querian que fuese curado y al no encontrar sitio en la puerta, a causa de la multitud allí reunida, subieron al paralítico por el tejado, y abriendo un hueco en el techo de la casa, le descolgaron en su lecho con unas cuerdas, poniéndolo delante de Jesús. La fe y el esfuerzo de aquellos hombres fueron el camino para el milagro, haciendo que este hombre fuera sanado y pudiera valerse por si mismo.
Me gusta esta historia, porque veo en Jesús el interés y preocupación por las necesidades humanas, su compasión y atención por las personas que acuden a él en busca de ayuda.
Muchas personas viven hoy sin ilusión, confianza ni alegría, sin planes ni metas por los que luchar, incapaces de afrontar la vida con sus problemas y dificultades; viven solitarias sin tener a alguien en quien confiar, alguien que les ayude y tienda una mano.
Vivimos en un mundo afligido por el sufrimiento, la incomprensión y la soledad, un mundo sombrío y triste oscurecido por la injusticia, manchado por el pecado. Recuerdo la historia de una mujer que vivía cerca de mi barrio; obsesionada por depresiones y conflictos, quiso librarse de ellos suicidándose. No consiguió su propósito pero quedó inválida el resto de su vida.
Necesitamos recobrar la ilusión, la confianza, mirar la vida con alegría. Necesitamos mirar al Creador, a Dios y rehacer la relación con él; encontrar el verdadero sentido de la vida que es mas que luces y sombras, es el encuentro con Jesucristo el Salvador. Aquel Jesús que vino a este mundo hace mas de 2000 años, quiere ayudar al ser humano, quiere ayudarnos sacándonos de la condición perdida y pesimista. Jesucristo manifestó su amor por el mundo hasta el extremo de morir en una cruz, murió para que pudiésemos vivir. Renunció a si mismo, sacrificándose a favor de la humanidad y por su sacrificio nos reconcilia con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos, trayendo al corazón esperanza, sosiego, descanso y perdón. El nos invita: “Venid a mí los que estáis trabajados y cansados, y yo os haré descansar” S. Mateo 11:28.
El pesimismo no es una enfermedad exclusiva de nuestro tiempo, es una enfermedad de todos los tiempos, que afecta a la humanidad, pero Jesús puede cambiar la situación difícil, las circunstancias negativas y el pesimismo, cambiando la vida y el corazón de las personas. Dice una canción que canta el Coro Unido de las Iglesias Evangélicas de Madrid: “No hay problema que El no pueda resolver,/ ni altas montañas aquí para moverlas,/ no hay aflicción imposible de consolar,/ si El llevó la carga del mundo sobre sus hombros,/ yo se que a ti te puede llevar”.
Jesús nos invita a buscarle, a encontrarnos con él, a poner las cargas sobre sus hombros y a recibir descanso y paz. Nos dice: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, cenaré con él y él conmigo”, Apocalipsis 3:20.
En medio de un mundo que camina a ciegas, la voz de Cristo se alza ofreciendo al hombre reconciliación, perdón y vida eterna, por el arrepentimiento y la fe en él. Con Cristo ¡hay esperanza!.
José Luis Briones
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